domingo, 17 de abril de 2011

Nada nuevo en España

DUELO A GARROTAZOS

gallospelea

De vez en cuando, lo leo, o alguien me lo recuerda: en Colmenarejo hubo una pelea de dos adolescentes,  que se convirtió en paliza para una de ellas. Y para que voy a entrar en detalles de unos hechos que todo el mundo conoce. Tampoco voy a analizar el suceso concreto en sus aspectos, morales, cívicos o educativos. Siempre me vienen a la cabeza otras cavilaciones. Me siento impulsado a pensar sobre unas situaciones demasiado frecuentes en nuestro pueblo. No me refiero, como pueblo, a Colmenarejo sino, en sentido lato, a todos los ciudadanos de todos nuestros pueblos y ciudades.

¿Qué sentido cainita se ha asentado tan firmemente entre nosotros? ¿A qué viene tanto odio sin sentido? Pregunto porque da la sensación de que todo el mundo se odia, ni siquiera se puede aguantar la respiración del vecino.

En la vida diaria, y no digamos en las relaciones políticas, parece que lo importante es tener el mayor número de enemigos. Cualquier diferencia de criterio puede estallar en una pelea. Las discusiones, las agresiones verbales, son tan frecuentes que llamamos la atención en cualquier lugar por el tono de nuestra voz, que se a ido educando con la pelea diaria. Una contrariedad banal nos pone en guardia, se dispara la adrenalina y vamos buscando a un culpable que tenga que pagarla. Y si lo encontramos, o lo imaginamos, ya se puede preparar…

Reflexiono ante la imagen del famoso cuadro de Goya, “Duelo a garrotazos”, otras veces ante una fotografía de una pelea de gallos. ¿Este pueblo ha sido siempre así? Quizás sí tenemos una fuerte tradición al respecto.

Se armó un gran revuelo ante una asignatura nueva, “educación para la ciudadanía”. Pero ni el desarrollo de la asignatura, ni el ejercicio del “sagrado” derecho de los padres a proporcionar, o no la mencionada educación, han conseguido muchos logros. Por otro lado, los maestros, tratados de “tú”, como compis guais, tampoco han caído en la cuenta y, además, han evitado intervenir en las peleas y actos de acoso entre alumnos.

Queda otro aspecto a considerar: la siembra de odio que supuso la guerra civil, y la dictadura, que superadas por el olvido, han dejado un poso muy espeso y profundo de odio, que se ha transmitido de abuelos a padres, hijos y nietos de un modo sutil e inadvertido. Si señor, existen las dos Españas, o las tres, pero todavía peor, existen cuarenta y seis millones de españoles que ni se quieren ni se respetan, uno por uno.

Cuestión de carácter.

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